"-Escribo
poesía –anunció
Estaban en su habitación, un
modesto hotel cerca de una gran elevación del terreno.
-¡Oh! –dijo Profane
-“Soy el siglo veinte” –leyó
ella.
Profane se dio media vuelta
separándose y se quedó mirando fijamente al dibujo de la alfombra.
-“Soy el ragtime y el tango; shans-serif,
limpia geometría. Soy el látigo de cabello de virgen y los grilletes
hábilmente perfilados de la pasión decadente. Soy cada una de las solitarias
estaciones de ferrocarril de cada una de las capitales de Europa. Soy la calle,
los edificios sin fantasía del gobierno; el café-dansant,
la figura mecánica, el saxofón de jazz; el postizo de la turista, los
pechos de goma del marica, el reloj de viaje que siempre da la hora mal y las
campanadas en diferentes claves. Soy la palmera muerta, los zapatos de charol
que se pone el negro para bailar, la fuente seca tras la estación turística.
Soy todos los accesorios de la noche.”
-Eso suena más o menos bien
–dijo Profane.
-No sé –hizo un avión de papel
con el poema y lo lanzó por la habitación, sobre los estratos de humo que ella
misma había exhalado-. Es el poema de una estudiante afectada. Cosas que he
leído para las clases. ¿Suena bien?
-Sí
-Tú has hecho mucho más. Los
muchachos hacen más cosas.
-¿De qué?
-Has tenido todas esas
experiencias fabulosas. Deseo que la mía me enseñe algo.
-¿Por qué?
-La experiencia, la experiencia.
¿No has aprendido?
Profane no tuvo que pensarlo
mucho.
-No –dijo-. Te puedo decir sin
pararme a pensarlo que maldito lo que he aprendido.
Permanecieron un rato en
silencio. Ella dijo:
-Vamos a dar un paseo."
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