domingo, 10 de marzo de 2013

Thomas Pynchon - V



               
               "-Escribo poesía –anunció
                Estaban en su habitación, un modesto hotel cerca de una gran elevación del terreno.
                -¡Oh! –dijo Profane
                -“Soy el siglo veinte” –leyó ella.
                Profane se dio media vuelta separándose y se quedó mirando fijamente al dibujo de la alfombra.
                -“Soy el ragtime y el tango; shans-serif, limpia geometría. Soy el látigo de cabello de virgen y los grilletes hábilmente perfilados de la pasión decadente. Soy cada una de las solitarias estaciones de ferrocarril de cada una de las capitales de Europa. Soy la calle, los edificios sin fantasía del gobierno; el café-dansant, la figura mecánica, el saxofón de jazz; el postizo de la turista, los pechos de goma del marica, el reloj de viaje que siempre da la hora mal y las campanadas en diferentes claves. Soy la palmera muerta, los zapatos de charol que se pone el negro para bailar, la fuente seca tras la estación turística. Soy todos los accesorios de la noche.”
                -Eso suena más o menos bien –dijo Profane.
                -No sé –hizo un avión de papel con el poema y lo lanzó por la habitación, sobre los estratos de humo que ella misma había exhalado-. Es el poema de una estudiante afectada. Cosas que he leído para las clases. ¿Suena bien?
                -Sí
                -Tú has hecho mucho más. Los muchachos hacen más cosas.
                -¿De qué?
                -Has tenido todas esas experiencias fabulosas. Deseo que la mía me enseñe algo.
                -¿Por qué?
                -La experiencia, la experiencia. ¿No has aprendido?
                Profane no tuvo que pensarlo mucho.
                -No –dijo-. Te puedo decir sin pararme a pensarlo que maldito lo que he aprendido.
                Permanecieron un rato en silencio. Ella dijo:
                -Vamos a dar un paseo."

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